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La Mosca que Soñaba con París

  • Writer: Kik Garzia
    Kik Garzia
  • May 17
  • 3 min read

Había una vez, en una vieja cocina de pueblo, una mosca que nació entre cáscaras de plátano y migas de pan. Su nombre era Musette, y aunque parecía una mosca común, su corazón latía con un anhelo distinto: soñaba con conocer París, la ciudad de las luces.

Musette no sabía por qué soñaba con París. Tal vez fue por un viejo recorte de revista que vio en el basurero, con una imagen brillante de la Torre Eiffel bajo un cielo estrellado. Desde ese día, sus alas zumbaban al ritmo de un solo pensamiento: “Un día volaré a París.”

Las moscas comunes viven apenas unas semanas, y todos sus días son parecidos: volar, comer, evitar ser aplastadas. Pero Musette no era común. Mientras sus hermanas zumbaban en círculos aburridos, ella estudiaba mapas de comida en la cocina, aprendía rutas, y escuchaba conversaciones humanas sobre viajes.

Un día, una familia empacaba sus maletas. Musette, lista como una espía, se escondió dentro de una caja de galletas que iba directo a la maleta de mano. Cuando la familia subió al avión rumbo a París, Musette ya estaba soñando con las luces francesas desde el bolsillo de un abrigo. Durante el vuelo, se mantuvo quieta. Las moscas son capaces de soportar cambios de presión, y aunque su cuerpo era frágil, su voluntad era más fuerte que el viento.

Al llegar, Musette se deslizó entre costuras, salió del abrigo y voló hacia una rendija del aeropuerto. El aire olía a croissants, perfume y aventura. ¡Estaba en París! gritó con su zumbido feliz.

Vagó por calles empedradas, sobrevoló el Sena, se posó en el hombro de un artista en Montmartre y por fin, una mañana de cielo claro, llegó a su destino: la Torre Eiffel. Voló en espiral hasta la cima, y desde ahí vio el mundo entero. No era solo metal y altura… era la cima de su sueño.

Musette probó queso brie, un poco de crème brûlée en una cucharita olvidada, y se coló en una cocina gourmet donde bailó entre baguettes y risas. Esquivó manos con periódicos enrollados, lluvias inesperadas y hasta un gato parisino que la persiguió por dos calles y una panadería. Pero Musette no se quejaba. Vivía cada segundo como si fuera el último, porque sabía que las moscas no viven mucho. Sus días estaban llenos de emoción, y su corazón también.

Una tarde, mientras el sol acariciaba los tejados dorados de París, Musette sintió que su cuerpo ya no zumbaba igual. Sus alas pesaban, y su energía se desvanecía. Pero no tenía miedo. Había visto París. Había vivido su sueño.

Voló por última vez hasta lo alto de la Torre Eiffel, donde el viento era tibio y el cielo parecía pintado. Cerró sus ojos compuestos, y con una sonrisa invisible, dejó que el viento la llevara. Su cuerpecito flotó como una hoja ligera, y en ese momento, Musette se convirtió en parte del cielo de París.

Algunos dicen que, si observas bien al atardecer, una pequeña estrella zumba cerca de la Torre Eiffel. Esa es Musette, recordándonos que los sueños, por imposibles que parezcan, pueden cumplirse.

Moraleja:

"No importa cuán pequeño seas, ni cuán corto parezca tu tiempo. Si sueñas con todo tu corazón y te atreves a dar el primer paso, los milagros suceden. Vive intensamente, sueña sin límites… y nunca dejes de volar."

 
 
 

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Kik Garzia
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Amo el Sushi y el Café ,
Crear cosas, Tocar Guitarra, Coleccionar Piedritas, El color Negro Y el Dorado  

© 2035 por Kik Garzia

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